lunes, 4 de febrero de 2013

Caos interno

La Palabra nos va guiando día a día... en nuestras búsquedas...
Y hoy nos encontramos con un episodio cuanto menos curioso: el endemoniado de Gerasa. Lo narran los 3 evangelistas sinópticos.
Jesús y sus amigos cruzan el lago y al llegar a la orilla les sale al encuentro un endemoniado. Da igual si creemos o no en la posesión diabólica, lo que interesa es que esta historia da luz a la propia historia. La última vez que me encontré con este texto fue no hace mucho, leyendo el libro "El Dios de las sorpresas" y me pareció sugerente. El autor, el jesuita Gerard W. Hughes, trae este texto a propósito del conflicto interno de deseos que nos habitan. Y nos pregunta si acaso no sabemos lo que es morar entre sepulcros cuando al vida parece dejar de tener sentido, cuando nos dejamos llevar por la amargura y el resentimiento que nos hiere y nos hace gritar aunque sea en silencio... nos sentimos legión cuando sentimos cosas tan distintas en un mismo día como dulzura, luz, buena voluntad... y a la vez odio, agresividad... ¿reconocemos en nosotros la doble dinámica de lo diabólico que se apresura a ir a Jesús por una parte y por otra le rogamos que se aparte de nuestra vida? de nada sirve negar este doble dinamismo, estos conflictos internos... si no los reconocemos se volverán contra nosotros hiriéndonos una vez más...
 
 
Tan cierto como que nos habita el Espíritu de Dios es que el mal espíritu hace su aparición en nuestras vidas con cierta frecuencia intentando arrebatar el bien que el Bueno siembra.
Entonces hay que volverse hacia Dios, hacia Jesús, con fuerza, con verdad. Al Dios que es misterio, que es incontrolable y está más allá de nosotras mismas, el Dios de las sorpresas, siempre creando de nuevo, el Dios que está en acción en el corazón de todos los seres humanos, a los que ama y atrae... pues no aborrece nada de loque ha creado (Sab 11,24)... orar con insistencia para que él mismo nos revele su verdadero nombre, por si acaso al volvernos a Él nos dejamos llevar por alguna falsa imagen de él recibida...
Volvernos a Jesús, allí, como el endemoniado, cerca de nuestros sepulcros, con nuestra verdad a cuestas y escuchar su palabra poderosa que expulsa nuestros demonios... escucharle decir cerca del acantilado mientras caen los malos espíritus: ahí va tu tristeza, ahí va tu ira, ahí va tu confusión y desconcierto, ahí va tu odio, ahí va tu rabia... ahí va... ponle nombre tú...
Este hombre recobra la paz interior (sentado), el dominio de sí mismo (vestido) y su dignidad de hombre (en su sano juicio).
Yo también te busco Jesús... saca de mí mi mejor yo... aquieta mi conflicto interno... reconstruye mi unidad... dame tu paz.
 
 

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