Busco a Dios, sí lo busco. A ratos parece que lo he encontrado y en seguida necesito seguir buscando...
Jesús lo conoce bien... a él le pido que me lo revele, el verdadero rostro de Dios. Que me tenga por una de sus amigas a quien le abre su corazón... lo que sus ojos han visto.
Felices nosotros porque aunque no hayamos vivido en los tiempos de Jesús, lo podemos ver vivo con los ojos de la fe.
Podemos ver a este "retoño" que es Jesús, renaciendo de un árbol en el desierto de la historia... en mi desierto. Es posible la esperanza. Lo que esté muerto y reseco en mí puede nacer de nuevo.
Y como estamos preparando la fiesta de María Inmaculada, comparto esta imagen que encontré hoy en un libro y que me llama la atención: la Virgen de los ojos grandes. Ojos que alguna vez se han tenido que cerrar para guardar en el corazón lo que el día a día traía... pero ahora miran al infinito, al ancho mundo, con ojos de misericordia como decimos en la Salve. Y Jesús aprendiendo de ella a mirar... y nosotros esperando de los ojos de Jesús la imagen viva de Dios... preciosa "cadena visual"...
Virgen y Madre, nada se escapa a tus ojos...
guía nuestra búsqueda y nuestro camino con la luz de tus ojos.
Atiende nuestras necesidades, mira el vino que se nos acaba...
Guárdame a mi también como a "la niña de tus ojos",
esos ojos grandes y misericordiosos donde cabemos todos.
Alienta nuestra esperanza con los ojos fijos en Aquel a quien esperamos.
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